Friday, March 4, 2011

ATREVAMONOS

Dos hechos, en el colegio, marcaron mi opinión sobre imperios y colonias.  El primero: informarme del papel de lornitas que hacíamos al quedarnos con menos del 10% del gran negocio petrolero.  Y segundo: la visita de un repatriado político que llegó al salón invitado por un buen profesor a dar una conferencia.  Benavides Correa ¡no ha muerto! nos dijo al iniciar su exposición en la que detalló como dependíamos del poder extranjero: España se fue, llegó Inglaterra y luego su hijo norteamericano. 

“Lo hice, ¿Y que?”, nos dice hoy, desaforadamente, el hasta hace unos días muy respetado, Fernando Rospigliosi.  Fui, comploté… ¿Y que?

La acción de este señor y de muchos que aun hablan y pregonan con caretas, demuestra la gran descomposición moral de ciertos elementos de la sociedad latinoamericana que van más allá de lo que tolera la dignidad humana.

En esos años en que cursaba la secundaria, casualmente, cuenta Eduardo Galeano en su libro Las Venas Abiertas de Latinoamérica que el Gobierno de los Estados Unidos había decidido negarle toda cooperación al gobierno de Belaúnde, a menos que este prometiera ser indulgente con la International Petroleum Company.  Belaúnde rechazó esta demanda, y como resultado, a finales del año 1965 (dos años después de haber asumido la presidencia) su Gobierno aún no recibía los fondos de “La Alianza Para el Progreso” que el Perú había ganado el derecho de recibir.  Luego, como sabemos, Belaúnde se comprometió cediendo ante la presión norteamericana; con lo que perdió ambos: el petróleo y el poder.

Es con ese fracaso que el Perú inicia una etapa difícil que aun no termina.  Etapa de decadencia a pesar de los ingentes recursos materiales con que la patria sigue contando a pesar de la explotación irracional que no ve más allá del provecho del saqueador de turno, de sus postreros filipillos y de empresarios que han aprendido a ganar en ríos revueltos.

“Hay muchas razones por las que los países cometen errores.  Muchas veces sus decisiones son motivadas por intereses particulares de un grupo, o de una coalición de ellos, quienes que, por ganancias a corto tiempo, se anteponen a los intereses a largo plazo de la nación”. (1)

Esta vez el Imperio tiene ganada, ya, la cabeza de playa; cuando el Perú le diga no, otra vez, a sus deseos y exigencias, volverá a lanzar al mismo hermano felón a que de su segundo zarpazo, que esta vez puede ser mortal.
Con valentía y concientes del peligro que enfrentamos no posterguemos más el tomar el camino hacia adelante.

(1) Alan Beattie, economista ingles.

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